EVENTOS ABIERTOS


Shhhhhhhh

por Fran-cisco Perez B.
fotografía por Bastián Pellegrini


Y después nos olvidamos, y caminamos de nuevo con la cara hacia el otro lado del mar y si uno miraba bien se veían los restos del tranvía, los carros de sangre que aún pasaban dentro de las páginas de alguna crónica a mitad de precio en stock, cuando el silencio era otro, un silencio de mentira que no debía ahorrar los pesos para las vacaciones, un silencio dicho al revés, en el momento en que primero aparecía el fantasma y luego la palabra.

Te veo bajo las estructuras perfectas de las faldas de temporada, las mas delgaditas, las que caminan sin dueño por un paseo hecho para el bicentenario, un nombre imposible, pensabas, para una causa tan nacional, porque en Valparaíso todo está mal escrito, el pasado se abrocha los botones con el futuro, y el futuro es esa cosa incierta que nos devuelve el reflejo de la cara en una vitrina, unos labios prohibidos y deliciosos, sedientos de perderlo todo.

Fuimos lentos bajo los árboles, el sonido del mar que venía con los libros desde siempre, antes de los libros, corregimos luego, desde cuando, desde siempre, después del silencio si, el silencio del primer sexo, del primer vino, de la primera cama antes de perdernos, la calma y la poesía, unas palmaditas sin argumento, baratijas y remates de estrellitas instantáneas.

Bajabas entonces por Urriola, con el morral al lado izquierdo, para los entendidos, una manía por tener siempre la razón, para ganar medio minuto y así engañarnos, que la sociedad se hacía de rogar en casos como este, que los pedacitos de tranvía eran una tradición para la vista, algunas vistas en todo caso, corrección de proporciones, además no valía la pena encontrarnos cara a cara con ese otro silencio hecho de calles sin boca y sin pelos.

Te recuerdas del éxtasis?, que palabra, de la desaparición de la risa?, imposible no olvidarnos de la pausa antes de mi cuerpo rojo de soltero.



Que era eso del silencio entonces, la tensión de la espera, supongo que el dibujo de un puerto cuando se anochece, una orquesta de plástico o un cúmulo de golpes sin importancia por debajo de la ropa, tu ropa, hecha de tranvías que dan vueltas por el mismo lugar, desde Echaurren hasta la plaza Victoria, el silencio de un fantasma reencarnado en una foto 15 X 20, o simplemente la muchacha tímida del negocio que fuma sentada en un banquito oxidado por el viento, una esquina sin un color definido quizá.






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